DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS XXX

Binisalem, 14 de julio 2017

Ocurre a veces en la vida que, cuando lo dabas todo por perdido, de repente, como el fulgor de una aurora boreal, regresa todo el universo a insertarse en un yo que ya parecía desaparecido. Es la naturaleza la que te hace proponerte que el tiempo no es que pase demasiado rápido, sino que a veces semeja invisible. Para visibilizar el mundo lo mejor es detenerse a pensarse, a construirse, a reformar esa casa en la que habitamos y a la que llamamos vida. La vida es una tragedia en sí misma. Sin embargo, hay que saber de qué manera protegerse de los duros golpes con saliva inventada de lo que ya no existe. La no existencia es el existir sin apenas darse cuenta que lo que existe es, suena, toca, aúlla.

Yo, aquí en el campo, estoy aprendiendo de nuevo a detenerme en las cosas más pequeñas para darme cuenta que no toda la inmensidad de lo que nos hace sentir el tiempo y el día a día es lo que verdaderamente necesitamos. Hay que apostar por las cosas mínimas: el piar de los pájaros, una canción de britpop, olor las hojas de un eucaliptus, bañarse en una piscina intentando que el agua relaje las dudas, beber un vaso de té frío, leer cinco páginas de un libro, escuchar el sonido de la brisa, acariciarte el cuerpo muy lentamente, sentir que uno es uno y no los demás, en definitiva, amarse como sólo uno se puede amar, es decir, con toda la fuerza que impone el lento suceder de los instantes, de la mañana quieta, de las horas que se detienen cuando se cierran los ojos y sientes el pulso del corazón, que late como una aurora boreal con su brillante luz.

Hacen falta muy pocas cosas para ser feliz. Lo único importante es creerse que esas cosas existen y que no hay que buscarlas en una lejanía que nunca se aproxima. Todo lo cercano es lo único que tenemos. Aprovechemos el tiempo y no dejemos que, si deseamos fumarnos un cigarrillo, nadie lo evite. Somos dueños de nuestras propias vivas. Olvidemos lo que está fuera de nosotros y seamos tal y como nosotros sólo queremos ser. Editemos nuestro propio libro.

Emilio Arnao.

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