DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS II

Palma de Mallorca, 12 de mayo de 2017


Ayer inicié mis colaboraciones en este blog, de nombre opiáceo -la droga que tomaban las sibilas- en este espacio de blancura epistemológica que es la editorial Carena. Estoy aquí -eso creo yo- porque acabo de publicar con esta editorial una novela que titula “Los espejos occidentales”. Este libro nació hace ya algunos años, pero yo siempre lo he amado porque ha sido el texto donde mi poeticidad, mi aceptación de lo mágico maravilloso, mi metaforismo, mi estética en definitiva es donde están más profundizados. “Los espejos...” narran las distintas historias de mis propias generaciones, de mis ancestros y de mi genealogía por parte de mi madre. Llevaba años queriendo escribir sobre lo que en el pueblo de Requena -Valencia- se conocen a la familia de “los bonicos” -puesto que siempre hemos sido bellos de rostro, o al menos eso parece-.

Esta novela no es otra cosa que el intento de proceder desde la originalidad el texto altamente y ecuacionalmente verbalizado si entendemos por verbo todo aquello que es la palabra, la palabra escrita en castellano, que tanto amor desprende hacia la belleza o hacia el cumplimiento de la eclosión del lenguaje. Mi novela es puro lenguaje, pero no un lenguaje a la manera realista, en todo caso, un vocablo, un adjetivo, una coma o un adverbio llevados al más allá de lo que significa escribir como una convulsión de la belleza de la que ya nos hablara Breton.

Como autor, recomiendo ésta mi novela para todos aquellos que hayan amado o leído a los sudamericanos del boom del realismo mágico, pues éste nunca o poco se dio en España. Yo he intentado acercarlo aquí -mediante el avión en que volaban Gabriel García Márquez o Juan Rulfo y tantos más- con la intención de producir e industrializar este inmenso hechizo o nigromancia que se origina en los límites de la lengua castellana. Leerlo -eso creo- es como entrar en un salón donde se fuma opio.

Emilio Arnao.

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