DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS VIII

Palma de Mallorca, 24 de mayo 2017

En el anterior artículo hablaba yo sobre lo que es la filosofía. No puedo resistirme a en este día de mayo, belleza convulsa para cualquier blog, continuar sobre mis reflexiones filosóficas. Diré que en este libro que en esos precisos momentos estoy escribiendo y que titula “La Piedra o la muerte de la filosofía” lo que estoy intentando es recomponer todo lo que desde el lipoideo trascurrir de la Historia hasta hoy ha supuesto y supone la lectura del pensamiento a través del lenguaje. Toda filosofía no es otra cosa -como en la literatura, por ejemplo- sino un debate abierto entre el pensar y el escribir. Nunca la filosofía será capaz de vencer la angustia del hombre, de actuar como sincronismo de salvación, de habitar esa gran casa meramente fantástica que es la propia vida. La filosofía nunca conseguirá descifrar cualquier tipo de existencia. Todo lo contrario, sólo se conseguirá anudarla más, dirigir su pecado contra el propio pecado que resulta el vivir, pues en toda lectura filosófica no asoma más cosa que esa posible redención del problematismo vital de tal manera que lo filosófico, por consecuencia, se convierte, como ya lo es, en algo meramente religioso. La filosofía es una cuestión de fe. Pero una fe sin resurrección. La filosofía es la muerte del hombre.

Dicho esto, que es lo que intento trascribir en mi novela filosófica, acabaré diciendo que en verdad no existe el pensamiento, entendiendo como tal, el sentido último de hipnosis a la hora de alcanzar la verdad o la virtud. La filosofía ontológica se ocupa del ser. Es el ser el que desaparece cada vez que, como Heidegger o Descartes, se intenta, mediante el dogma metafísico, clarificar lo que es el conocer del hombre. Todo hombre sólo es un no-ser y es en este no-ser donde debemos aplicar la renuncia a todo pensamiento. El pensar no es más que un espectáculo público o privado, como un mester de juglaría o como una obra de teatro de Ionesco. La filosofía es el mercado de la razón en donde se vende la muerte del último hombre.

Emilio Arnao.

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