DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS XI

Palma de Mallorca, 30 de mayo 2017

El domingo pasado, si bien después de padecer toda la noche de insomnio -enfermedad mía de poeta romántico-, pasé el día en una casa de campo de aquí de Mallorca de la cual disponemos la familia. La aproximación a la naturaleza a mí siempre me ha parecido como un rorro, esto es, niño, al cual hay que ver crecer continuamente. Naturaleza es la visión de uno mismo hacia dentro. Tengo un eucaliptus en medio del huerto al que he designado como el símbolo de mi vida, pues su altura, su eternidad, su estado viviente y como de noticia de la experiencia, pronostican mi auténtica identificación con él. El eucaliptus soy yo en mi versión de poema romántico, en mi espejo de verso más allá del tiempo y del espacio, en mi interpretación del mundo cuando me doy cuenta que dicho árbol permanece siempre en silencio y en soledad.

Toda soledad es el sinónimo más caligráfico de la naturaleza. Por eso, por esa búsqueda de la soledad, yo ando a vueltas conmigo mismo cada vez que paseo por los caminos, por el fondón de las huertas, por el valle embellecido como una metáfora de John Keats. La naturaleza es el origen de la vida. Las células del agua irrumpieron la existencia de las cosas hasta, desde su evolución en las diferentes especies -tal y como nos enseñó Charles Darwin-, su deambular hasta la infinitud del universo. La naturaleza es la apropiación del universo en este mundo en el que vivimos no sabemos si convencionalmente o artificialmente. Para evitar la falta de ética de esta modernidad que nos acosa no hay nada como embadurnarse de naturaleza. Todo romanticismo -yo me considero un romántico que ve las cosas desde la altura de un globo aerostático- presupone la internación en la naturaleza. Es mejor oler una flor o darse cuenta que el agua -como apuntó Tales de Mileto- es el origen del mundo para entender que todo el patrimonio que uno es consigo mismo se lo debe al paisaje externo de todo lo natural. De la externalización a la internalización sólo media la contemplación en silencio y en muda palabra de la naturaleza. Hoy he dormido mejor, porque lo he hecho bajo el eucaliptus.

Emilio Arnao.

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