DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS XVII

Palma de Mallorca, 11 de junio 2017

Hoy, mis queridos lectores, les hablaré sobre la importancia del vivir. Vivir es ir viviendo mientras la vida vive. Quiero decir que no podemos detenernos en el tiempo puesto que éste no existe, ni en su historicidad ni en su presente ni en el porvenir. Por lo tanto a cada uno de nosotros nos toca vivir pese a nuestra doctrina filosófica escéptica. El escepticismo nos hace, desde los viejos griegos, replantearnos la idea de la vida como algo que está en continuo movimiento, pero que adquiere un valor de duda o apariencia, de perplejidad o de asombro. Es este asombro de la vida lo que nos hace contemplarla como si estuviera ahí, cansada y agotada de nosotros mismos. Atendiendo a que desde el escepticismo no nos cabe otra cosa sino que el soportar esta dubitabilidad que es el mundo, nosotros, según yo mismo, forzaremos al filósofo escéptico y le gritaremos: “¡Ah, traidor, ¿por qué no combates como un héroe ante este espectáculo bello y rodeado de naturaleza que es la vida?”

La vida como espectáculo es lo único que nos debe hacer que ensanchemos nuestras moradas interiores para dirigirlas hacia la circunstancialidad, digámoslo pues con Ortega. Yo soy yo y mis circunstancias, y si no la salvo a ella no me salvo yo. Ortega, el filósofo de las contradicciones pero a la vez de una profunda creatividad filosófica, nos enseñó a amar la vida desde su antropología y su vitalismo. Yo mismo estoy realizando una tesis de filosofía por la Universidad Complutense de Madrid que titula así: “Ortega y Gasset a través de lo antropológico y el vitalismo”. De Ortega he aprendido que debemos ajustar nuestras vidas a ese lado jovial de nuestro entorno, bien sea desde el psicologismo, la biología, la razón histórica, la razón vital, el radicalismo o el nihilismo. Nietzsche dijo: “No importan los hechos, lo que interesa son sus diferentes interpretaciones”. Interpretemos, pues, nuestras propias vidas y dejemos que el Universo nos quepa dentro del humo de un cigarrillo.

Emilio Arnao.

Comentarios

Entradas populares