DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS XXI

Palma de Mallorca, 24 de junio 2017

Días de profundo pesar y de desesperación. A veces ocurre que pensar en el tiempo y en todo lo que lo engloba conduce a uno hacia ese glóbulo blanco en donde se presiente no sólo la tristeza, sino algo mucho más peligroso: la náusea. Esta náusea por vivir, complicadas las ideas de reforma humana o de construcción de una identidad, dobla todo facistol hasta reproducirse en agonía, en la finitud del tiempo, en el llanto.

Sí,mis amados lectores, he caído en el llanto en estos días, pero no un llanto fajado de esta flojedad de los días con que a veces se nos interrumpe el existir, sino algo mucho más profundo, algo que tiene que ver con el vacío existencial, el escenario de la nolición o esa fractura que impregna nuestra piel que es la soledad. En el fondo, todos seguimos estando eternamente solos. La soledad es la faca con que vamos cortándonos las venas por vez si aparecen nuevos glóbulos blancos que rieguen una leve esperanza, un modesta ilusión, algo que nos haga seguir soportando estos caudales del mundo en donde todo es arrollado por las aguas de una vida no completada.

Completar una vida no depende de nosotros, sino del otro. Es la otredad la que nos imprime esta genética monstruosa que es el continuar existiendo sin que el otro dé nada a cambio. Una vez imposibilitada la otredad, nos quedamos con el Yo. Es ese Yo el que supura, el que duele, el que nos trae el géiser del fuego, de lo consumido, de las cenizas, de la nada. La nada es ya la náusea de la que hablo y, a partir de esa nada/soledad sólo podemos que ejercitar el grito o la exasperación ante un mundo que parece no comprendernos. La comprensión del mundo es un genocidio en donde el único muerto somos nosotros mismos. No nos sirven los demás cuando nos cerramos en nuestra propia gnosealogía del individualismo. Somos individuos que necesitamos que los campos de fútbol se llenen de universos paralelos, de unidad, de gelatina rodeando nuestra carne, en definitiva, de amor. Todo amor puede salvar la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Por lo tanto puede salvarnos a nosotros mismos.

Emilio Arnao.

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