DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS XXVI

Palma de Mallorca, 10 de julio 2017



Estoy en el campo. Hemos venido la familia para pasar unos días entre los pájaros y el amor de la noche. La noche es una luna llena que calma mis nervios y que me traduce el encuentro conmigo mismo. Necesitaba estos días en plena naturaleza para escapar del bullicio de la ciudad. Toda ciudad en verano es como intentar leer con lucidez “El Ser y el Tiempo” de Heidegger, algo muy difícil. Y es que Heidegger es como un verano en donde el sudor te corre por la espalda. Me he traído libros y unas ganas inmensas de bañarme en la piscina para de ese modo poder pulsar y mitigar estos últimos días de soledad y náusea. Mi náusea, aquí, entre el licor de la mañana, la pasta dentífrica de la tarde y la libido de la noche, prácticamente ha desaparecido. Mi sosiego cubre todo derrame cerebral.

Acuso una elegancia en el despertar que me impone la ausencia del tiempo. De hecho he tirado el reloj a la piscina. Entre el tiempo y la amistad de los árboles en estos días regresan a mí las ganas de seguir existiendo. Existir sólo consiste en la superación de la angustia. Una vez superada ésta, da la impresión que todo retorna a alumbrarse como una luz de aeropuerto.

Aquí en el campo mi luz camina por mis manos y por mi hígado. He recuperado la propensión a la vida, a la cotidianidad asumida como una superación de la ingratitud, a la distancia del uno con el alma que aparece cuando el miedo a vivir desaparece entrecortado por la sombra del eucaliptus.
Yo soy un eucaliptus que vive entre lo joven y la reanudación de la memoria. Mi memoria me trae el agua que entra ahora por los poros de todo mi cuerpo cuando me baño en la piscina. La piscina es lo Absoluto.

Emilio Arnao.

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