DIARIO DEL ORÁCULO DE DELFOS XXXIII

Binisalem, 19 de julio 2017

Es tan corta la vida, pero pasan tantas cosas. Es cierto. Da la impresión que vivimos poco, pero, si echas la mirada atrás, acumulada la experiencia, te das cuenta que todo está tan lleno de acontecimientos, de relatos, de acciones realizadas como si todo semejara una acumulación que se desborda entre los recuerdos. Hemos nacido para morir, pero antes de que esto suceda debemos estar preparados para apurar cada momento como si realmente ese momento jamás galopara hacia delante. La vida es cruel, un drama, un dolor que viene y va como el hielo que se derrite en el Ártico. Sin embargo, debemos de ser fuertes y escapar de esta crueldad casi por necesidad, porque estamos aquí para paliar el drama y convocar un estado de ánimo que nos facilite sortear todos esos obstáculos que nos impone el mundo, los hombres del mundo, la sociedad, la guerra que se produce entre nosotros cuando buscamos egoístamente un lugar en el mundo.

Aquí, en medio de esta naturaleza, voy pensando que todo es más fácil de lo que nos pensamos, que la vida es suficiente con la propia vida, despertar cada día y evitar el miedo a vivir, no pensar en los grandes retos que nos editan el miedo, la inseguridad, el susto de existir. Hemos de creer en nosotros mismos y en nuestras capacidades. Cada uno de nosotros debe saber dónde están sus límites y por dónde paran sus aciertos. Hay que apostar por lo bueno que reside en el centro de nuestro corazón y expandirlo por todas partes. Necesitamos vivir más despacio, con calma, sin querer abordarlo todo en un mismo golpe. Las cosas llegan para ser resueltas así como nosotros estamos dispuestos a resolverlas. No nos pidamos más de lo que realmente podemos hacer. Seamos buenos con nosotros mismos y no nos atormentemos tanto ni deseemos aquello que ya de por sí es imposible de tener. Vivamos con lo que somos y con lo que nos corresponde ser. Es buena la ambición, pero no la tensión, la complejidad de los días, la nutrición de las utopías.

Vivo feliz aquí en el campo. Escucho a Malú por las noches y estoy hasta muy tarde mirando la noche, la luna en lo alto, el ladrido de los perros. Luego me acuesto y pienso que el día ha valido la pena. Hoy empieza otro nuevo. Repitamos la sencillez y la serenidad a la hora de visitar este tiempo que tan veloz se nos escapa. Somos libros por escribir cada día. Redactemos nuestro relato diario.

Emilio Arnao.

Comentarios

Entradas populares